viernes, 1 de febrero de 2008

Descubriendo tu fuerza interior

Conocemos muchas personas que son fuertes, pensamos que nada podría abatirlos, que en la vida para ellos no hay nada que no puedan hacer o soportar, son ejemplos de valentía cuando todos temen, de coraje cuando todo se ve cuesta arriba. ¿Conoces gentes que es así?

Seguramente los conoces, así como yo también los conozco y pensamos que tienen algún don, que vivieron alguna experiencia diferente a la que vivimos nosotros y que por alguna razón sus vidas son diferentes a las nuestras.

Imagina lo que sería tu vida si siempre fueses como esas personas, lo que podrías lograr si tuvieras las cualidades que ellos tienen y las cosas que alcanzarías en este momento si pudieras ser como ellos.

Entre las muchas personas que he conocido siento que algunos son como describimos arriba y que todos los otros tienen el potencial para serlo.

Cuando pienso en esto recuerdo a un amigo que por algunas razones me admiraba y no lo digo con el ego, sino con sorpresa, porque no lo descubrí hasta que él me lo dijo, más aun yo todo el tiempo que lo conocí, sentí gran admiración por él y por cómo había decidido llevar su vida. Les contaré sobre él:

Manuel nació en un pueblo relativamente pequeño, más que una ciudad era un poblado. Cuando era niño perdió a sus padres, la verdad es que nunca le pregunté cómo pasó. El menor entre sus hermanos, fue criado por una persona que aunque no conozco, siento que fue maravillosa, por las cosas que él me cuenta y por la forma en que es ahora.

Habiendo terminado la secundaria, decide irse de su casa a vivir en la gran capital, contando solamente con el deseo de mejorar sus condiciones.

Estando en la capital consiguió un trabajo y un cuarto rentado donde vivir. Ciertamente no es lo que llamaría un viaje de paseo, ni una mudanza a un lugar privilegiado, por el contrario se mudó a una zona relativamente céntrica, pero con peligros, que él no conocía.

Su trabajo era fuerte y la paga era poca, le alcanzaba para pagar su habitación, el pasaje al trabajo y comprar algo de comida. Sin embargo, él sentía que estaba aprendiendo, tanto a trabajar como a conocer la ciudad.

Muchas veces caminaba para no gastar en pasaje y cenaba un pan con Riko Malt (una bebida achocolatada), eso le llenaba el estómago y le permitía ahorrar.

Trabajo en algunos sitios y en algún momento consiguió un empleo de mensaje a pié. Las oportunidades no eran muchas, por la falta de estudios universitarios y la poca experiencia en cualquier cosa.

Poco a poco se fue encargando de algunas cosas que nadie quería hacer, se fue volviendo útil para resolver cosas que nadie sabía y que aunque él tampoco las sabía, tenía el tiempo y la disposición para aprender y hacerlas.

Tomó algunos cursos pagados parcialmente por él, compró libros y duró horas intentando resolver lo que a nadie le gustaba.

Sin experiencia en computación, pero sentándose con paciencia frente a una todos los días en los tiempos libres, fue comprendiendo cómo funcionaban. No tenía cómo estudiar lo que había descubierto en esas máquinas. Sin embargo, pidió la oportunidad para aprender, sabiendo que lo peor que podía suceder es que le dijeran que no.

Ahora, luego de más de 4 años en la capital, Manuel estaba armando las computadoras, revisando los problemas que aparecían y aprendiendo a usar cada programa que podía.

Aquí es donde aparezco yo, comencé a trabajar en la misma empresa, teniendo mis padres que me apoyaban a pesar de que estaban divorciados, manteníamos una buena relación familiar, viviendo en mi propio cuarto con mi familia y trabajando para aprender el oficio antes de graduarme. Mi única preocupación eran los estudios y aprender a trabajar. Aunque utilizaba el dinero que ganaba para pagar un vehículo nuevo, contaba con el respaldo de mis padres si lo necesitaba.

En el trabajo aprendíamos, cada quién de sus labores yo asumía riesgos y nuevas tareas y él pedía la oportunidad de seguir creciendo.

En poco tiempo ahorró para comenzar a estudiar y empezó su vida universitaria, nuevas personas, nuevos mundos, diferentes realidades se mostraban ante él.

Yo, a pesar de estar estudiando lo que había elegido y de tener mucha convicción, nunca tuve eso que veía en sus ojos, esa inspiración para aprender, para sacar las mejores notas, para cumplir con sus estudios. Tanta fue la fuerza que ponía en sus estudios que no pude hacer otra cosa que estar a su lado y apoyarlo en las materias que podía.

Su vida tomaba nuevos rumbos, existía un mejor futuro, mejores oportunidades. Trabajaba de día y estudiaba de noche, salía con sus nuevos amigos y frecuentaba otros lugares. Todo lo hacía en la medida de sus posibilidades y de acuerdo a cómo estuviesen sus finanzas, que en realidad siempre andaban cortas.

Yo por mi parte ahorraba para comprarme una moto, salir con los amigos, inventar nuevas aventuras y disfrutar mis años de juventud y de la universidad.

Entonces vino un despertar a la vida, como muchos de los que vivimos mientras estamos en ella. Este momento lo recordaré por siempre, aunque las palabras no sean las mismas. En una de nuestras conversaciones de amigos, me comentó que le parecía increíble que yo con pocos recursos lograra lo que había logrado, que con mi convicción y mi forma de ser había logrado muchas cosas que él quisiera lograr.

Durante un momento me quedé callado, porque no me esperaba esto. Sentía que los papeles estaban inversos y que esas palabras las debía haber dicho yo y no él.

Luego continuamos conversando y lo que se me ocurrió fue preguntarle, ¿por qué pensaba eso de mí? Y entre muchas de las cosas que me dijo, mencionó algunas cosas materiales que había alcanzado, muchas de las aventuras que había tenido y la tranquilidad con la que asumía muchas de las deudas en las que me metía y de las que luego salía.

Comprendí que yo no estaba sólo y que había gente a mí alrededor con la que siempre había contado y con la que hasta ahora cuento. Muchas de las cosas que logré y a las que me atreví, incluso deudas que asumí, las tomé porque sabía que en momentos de crisis podía contar con alguien.

Ahora que escribo sobre Manuel y sobre toda esa energía interna, motivación, capacidad para seguir adelante, valentía, coraje, persistencia, me doy cuenta que él al igual que muchos de los que leen esto, no tienen idea de lo maravillosos que son y de las cualidades que tienen.

Logran cosas que muchos no hacen quizás porque ellos no tienen que hacerlo, se enfrentan situaciones que otros no, porque la vida los pone en esos compromisos, resisten tormentas mientras que otros no tienen la necesidad de soportarlas.

Sea cual sea la situación que hayas tenido que pasar, la has superado y hoy estás aquí, quizás no fue tu elección vivir situaciones que la vida te puso por delante, pero si fue tu decisión cómo las viviste.

Era mi turno, debía hacer algo, yo había despertado y él gigante que había dentro de él aun se sentía pequeño. Entonces comencé a mostrarle su vida, sus logros y las posibilidades que tenía por delante. Hicimos planes, sacamos cuentas, miramos más allá del siguiente paso y ahora él veía un buen futuro. Comenzó a pensar que era posible. Se graduó en la universidad, luego continuó estudiando, con los ahorros y el asesoramiento adecuado se compró un carro, se mudó y disfrutaba de la vida.

Pasó el tiempo y yo me fui a buscar nuevos horizontes, pero aun mantengo contacto con él.

Su historia aun continúa y nuestra amistad también, pero lo mejor de todo es que ahora no solamente es un gigante de esos que hablamos al principio, sino que se lo sabe y actúa como tal.

Manuel gracias por hacerme mejor persona y recuerda tu eres a el que todos deberían de admirar, yo lo hago y aunque quizás nunca te lo dije, estoy haciendo cosas para ser como tú y algún día tener ese brillo que tienes tu en tu mirada.

Una vez que eres grande y lo sabes, no dejes que nadie te diga lo contrario y cree, cree en ti.

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